Entre el cemento

Antonio Alcaraz Mateos · Murcia 

Me invadió una sensación extraña. Allá abajo, en los calabozos del juzgado, en su submundo hediondo, gris, en crisis. Algo iba a pasar. Yo conocía a la detenida. Sin duda. Pero no recordaba. Hasta que el nacional abrió la celda, hasta que ella salió tambaleando de la misma. No podía creerlo. Era Pilar. La lozana, ingeniosa y despierta Pilar. Un mito en mi adolescencia. Inalcanzable, galáctica. Delicatessen para el exquisito gourmet. Pilar o lo que quedaba de ella. Veinte años después. Demacrada, temblorosa, heroinómana. No me reconoció, aunque tenía claro su destino. Sabía que era carne de prisión provisional. Reiteración delictiva. Sólo le preocupaba el cuidado de sus cuatro niños. Esa sería la base de la apelación. Arraigo. Nada de riesgo de fuga. Intenté tranquilizarla mientras el nacional la metía con brusquedad en el chabolo. Insensible por cotidiano. Habría visto tantas. El guardián entre el cemento.

 

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