No solo canicas
Mikel AboitizLa ley del más fuerte regía en mi colegio de manera eficiente. Ante la tosquedad y prepotencia de los más salvajes no cabía negociación.
—Me gustan esas canicas. Gracias.
Sobraba la excusa artificial, la justificación, incluso, a veces, la violencia física. Ser débil no era ser tonto. Los menos fuertes desarrollaban un instinto autoprotector: las canicas (o lo que se terciara), cambiaban de manos. El profesorado daba también ejemplos de injusticia: bofetada o capón antes de comenzar a regañar. Aquellos tiempos me marcaron a fuego. Cambié mucho, pero no podía olvidarlos. Recurrí a drogas y sicólogos, hasta que, finalmente, la salvación me llegó con la vocación. Decidí hacerme abogado. Buscaba justicia, respeto a las normas. Deseaba distanciarme de aquella impune zafiedad y barbarie. Creo haberlo logrado y, sin embargo, después de tantos años, aún siento el peso de aquellas dichosas canicas fuera de mis bolsillos. Las cargo en la conciencia.
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Inauguro tu casillero de votos para tan excelente micro. Espero que así tu protagonista pueda compensar, al menos, en parte la pesada carga de las canicas birladas por que sí, en la conciencia.
Esa sensación de no haber plantado cara al abusador es frustrante. Lo peor es que también se vive esa experiencia en los juzgados. Tienes mi voto.
Felicidades, Mikel, has escrito un relato estupendo. Te dejo mi voto y te deseo suerte con el jurado. Un saludo.
La experiencia madre de todas las ciencias. Lo vivido de niño puede marcar nuestra historia. Buen micro. Saludos y suerte!