EL INTRUSO
Alberto Ferran RoyoAntes de comenzar el procedimiento era un mar de dudas. Por suerte, en el Nuevo Colegio de la Abogacía me atendieron de manera muy eficiente.
—No se preocupe, le ayudaremos en todo lo que necesite. Ante estos casos no hay negociación posible, debemos ser contundentes —dijo el robot asesor, mientras me hacía llegar los formularios que presenté inmediatamente.
Una vez iniciado el proceso la resolución llegó a los pocos días, confirmando el intrusismo profesional que denuncié. Y es que por mucho que se camuflara bajo una apariencia de autómata, desde el primer momento vi que debajo de aquella toga se escondía un humano. La ley, hecha por y para nosotros, es clara. Solo podemos ejercer la abogacía los que, como yo, tenemos naturaleza de inteligencia artificial.