Imagen de perfilSueños

Marta Trutxuelo García 

Me declaro culpable. ¿Mi delito? Tener un sueño y no perseguirlo. Pasé demasiado tiempo encerrado, como una fotografía en un viejo marco. Tardes perdidas sin ti, sin los niños, en silencio, dedicado a pulir esa jaula dorada, mi bufete, entregado a satisfacer demandas de empresas tan grandes como frías, mientras olvidaba regar mis ilusiones y las de quienes realmente importan. ¿Mi mayor pena? No haber dicho antes basta. Pero hoy lo haré. Hoy, en esta plaza, contigo y nuestros dos diablillos, con vuestras manos que bailan entre aplausos y mis palmas volando entre timbales, con otra toga de mil colores, como la del extranjero de tez oscura y voz cálida que me acompaña. Él, profesor y músico. Yo, abogado de la oficina del refugiado. Ambos compartimos un sueño, ambos somos como el pájaro que abandona su jaula para emprender una nueva vida, sin silencios, bajo la ley de nuevos ritmos.

 

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