Crecí con la pena de ver a mi madre regar con sus lágrimas mi infancia. Siempre intentando esconder la soledad en una alacena, esquivando los golpes que daba mi padre en la puerta del dormitorio hasta hacer saltar el marco.
Mi madre, cuyo único delito fue haberse enamorado del hombre equivocado, no encontró a tiempo el camino para salir ilesa del laberinto.
Mi madre, que como no pudo ser pájaro y echar a volar cosió alas a mi espalda para que volara yo.
Me la encuentro cada día en la mirada asustada de otras mujeres, a las que ayudo a escapar de sus verdugos. Y con cada orden de alejamiento, con cada agresor condenado, con cada niño que vuelve a sonreír al desvanecerse sus pesadillas, siento que yo también les voy cosiendo alas.
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Tu protagonista encontró la fuerza para evitar que otras sufrieran las mismas cosas. Enhorabuena y mi voto.
Gracias, María. Me alegro de que te haya gustado.
Saludos.
Y que nadie nos las corte.
Precioso, Rosalía.
Ojalá, Margarita, ojalá.
Un abrazo.
Y esas alas son de victoria, como las de la Victoria de Samotracia.
Mucha suerte, Rosalía.
Eso espero, Manuel.
Saludos y gracias por tus palabras.