Imagen de perfilSÍNTOMAS

Margarita del Brezo 

Cuando los vi entrar supuse que esa sería mi gran oportunidad: una demanda colectiva siempre tiene mayor repercusión mediática y económica, recuerdo que pensé emocionado. Les pedí que guardasen la calma y la distancia de seguridad, cosa harto complicada en un despacho tan pequeño. Fue una mujer la primera en tomar la palabra; carraspeó dos veces antes de empezar a hablar y todos guardaron silencio. «Prometieron que con la vacuna se iban a erradicar los contagios», balbució antes de que se le quebrase la voz. Los demás alzaron entonces la suya. Todavía oigo sus quejas, argumentaciones, protestas, lamentos y hasta alguna palabra malsonante al oír mi valoración del asunto, demasiado global y repleta de datos estadísticos y cifras que, ahora lo sé, carecían de valor para su defensa.
Desde que me he contagiado comprendo perfectamente cómo se sentían. Es verdad, los síntomas de la pobreza apenas te dejan respirar.

 

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