Imagen de perfilSILENCIO ELOCUENTE

Esteban Torres Sagra 

En ocasiones visualizo la pobreza como causa judicial y creo firmemente que una sentencia, firmada por una Corte Internacional, podría erradicar sus consecuencias con efecto global e inmediato.

Incluso, ante el espejo, me concedo la oportunidad de su defensa, me visto la toga y propongo empezar. Entonces un foco ilumina a un niño que permanecía mimetizado en lo más lóbrego de la sala. Es un niño famélico que no puede mirar al jurado porque tiene los ojos hirviendo de moscas: una imagen, sin duda, extrapolada por mi memoria de algunas de esas otras con que a veces los telediarios rubrican la realidad.

Y llega mi turno y me abandonan las palabras al subir al estrado. Me quito la toga, hundido moralmente por sucumbir a la emoción y, no obstante, mientras la cuelgo en el armario, tengo la absoluta certeza de que ese silencio elocuente habría bastado para conseguir la victoria

 

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