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Carmen LLopis Fabra 

Ayudar a erradicar la pobreza se había convertido en mi caballo de batalla. Por eso me había convertido en abogado especialista en Derechos Humanos y viajaba por el mundo con una ONG para tener la oportunidad de ayudar a los más desfavorecidos a encontrar su lugar en un mundo donde importaban más los recursos que las personas. Empezar un proyecto global sostenible era fácil, mantenerlo en el tiempo, casi una utopía.
Un día, ayudando a realizar los trámites legales para la construcción de una nueva escuela y la creación de una cooperativa textil se me acercó una niña de poco más de siete años y con delicadeza colocó en mis brazos su muñeca de trapo.
-Toma, cuida de ella un ratito. Se llama Esperanza. Que yo tengo que ir a la escuela para aprender mucho y de mayor ser cómo tú. Quiero que las dos tengamos un futuro.

 

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