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Raquel Gil 

Y de repente, su propósito había cambiado, nada le interesaba ya su vida anterior.

Hasta entonces, la había contemplado prudente, cauto, escrutando hasta el más sutil detalle para no pasar por alto ningún elemento que evidenciara la conversión de sospechoso en autor principal; observando los plazos, las providencias y los pronunciamientos.
Había dedicado toda su vida al circo de la contienda legal, lo que le había elevado a lo más alto, para después hacerle descender.

Así, de repente, se había dado cuenta de que su vida pasó por delante sin demasiada expectación, lo que le llevó a definir su nueva existencia como un sueño, como una noche de verano en el pueblo, como una sobremesa de Navidad rodeado de la familia, como el olor a tostadas por la mañana, el atardecer de septiembre y el sonido de los aplausos.

El día que despertó del ictus empezó a vivir.

 

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