Arco iris togado

Juan Pérez Morala · Madrid 

Pudo haber nacido rico de familia, por sentencia genética, pero de la explotación de la mina de wolframio “Aurita”, resultó poca mena. Mereció haber sido un reconocido profesor, de no haber sido que en los centros de enseñanza de su docencia, ineluctable y tácitamente anunciaba un cartel: “Ministerio de…, queda prohibida la libertad de cátedra”. Como abogado, conocía la Ley y la Jurisprudencia con la destreza que un adolescente maneja su teléfono táctil. Aún así, un día se sintió mareado por tanta especialidad jurídica y empachado por un revuelto de leyes autonómicas. Le fueron prescritas vitaminas de la A a la Z. Pacientemente se las tomó todas, menos la X, que le sabía a incógnita amarga. Una sugestiva noche de un once de noviembre, soñó que su toga se encontraba perdida en un arco iris de once colores, y que, ingrávidamente, la buscaba inquieto en el verde esperanza.

 

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