Por fin libre

Ana Sagasti Gil · Oviedo (Asturias) 

Cuando bajó del estrado, fue consciente de que decía adiós a una etapa de su vida. No sentía tristeza: habían sido muchos años y no todos felices. Adiós al estrés, a salir siempre con prisa de su casa, a las comidas rápidas e indigestas. Lo primero que iba a hacer era pasar por la tienda nueva de la esquina donde vendían una deliciosa mermelada inglesa de limón: para sus desayunos tranquilos a partir de mañana. No se pudo despedir del portero porque, como todos los días, dormitaba como una marmota envejecida. Salió de los juzgados y paseó con indolencia bajo el sol de la tarde. En la acera de enfrente, un hombre la observaba desde el coche. Acababa de salir de la cárcel después de pagar una elevada fianza. Miró con odio a la abogada y al cabo de unos segundos, puso en marcha el coche?

 

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