La espera

Eva Vidal Alvarez · Madrid 

Mientras lo dejaban salir hacia los juzgados, sonaba el despertador de su abogada. Ella le rogó cinco minutos más, y la atrapó el sueño mullido y profundo de una marmota en invierno. ¡l miró a través del cristal del coche policial a la gente recién vestida, recién peinada, caminando apresurada a sus trabajos, y creyó que pronto él podría ser una de esas personas con dirección, si su abogada conseguía la libertad bajo fianza que tan amablemente le había jurado que iba conseguir. Estaba dispuesto a redimirse, y eso pensaba mientras en la sala esperaban a la abogada, que llegó justo antes de que el juez diera por finalizada la vista, con la cara encendida, la falda torcida, desprendiendo un leve y casi visible vapor, y tropezó con el escalón del estrado, mientras el juez miraba con estupor aquella boca que le gritaba perdón con grumos verdes de mermelada alrededor.

 

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