El veredicto

Jara Rupérez Martínez · Madrid 

El abogado de Toni Marcciano concluyó su alegato apelando a la misericordia del jurado. Confiaba en que pasarían por alto los indicios que señalaban a su acusado como inductor del doble asesinato. Mientras hablaba, paseaba su mirada sobre cada uno de los miembros del tribunal popular. Los indicios no son concluyentes, decía, no quieran cargar sobre sus conciencias el peso de declarar culpable a un hombre inocente. Saboreó cada palabra, se recreó en cada gesto, se movió por el estrado a paso de tortuga sabiéndose el centro de atención. Miró al juez con seguridad antes de sentarse, de nuevo, junto a su cliente; sabía que la lluvia de palabras iba a surtir efecto. El abogado nunca fallaba. Y, con la firme convicción de un veredicto favorable y amparado por la vetusta mesa de madera del juzgado, cogió el calcetín que contenía sus honorarios de las manos de Toni Marcciano.

 

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