Defensa y crisantemos
Juan Antonio Pérez Morala · MadridCon el café de primera mañana, Remedios desperezaba esa tortuga que siempre la acompañaba al levantarse. Tendida la mirada a unos blancos crisantemos de su minúsculo jardín, eventualmente impracticable por la lluvia, reflexionaba en cuál sería el letrado adecuado a su caso: si la abogada empollona, amiga de su prima Cristina; o ese otro con pinta de profesor distraído de quien era vecino. A éste, le había visto recientemente jugar al tenis en la pista de su urbanización, luciendo un calcetín blanco, otro azul, y una camiseta tricolor. En su meditación no sabía si dejar el hecho en anécdota o estimarlo como indicio de laxa profesionalidad. Nunca supo por qué, pero al final confió en el abogado multicolor. Su alegato fue convincente y la sentencia aceptable. Pasado un tiempo volvió a verle jugar al tenis con un pantalón harto demodé, pero ella se sorprendió musitando: ¡qué bien le sienta!