Placer con dolor

Ignacio Grau Grau · Valencia 

El Sr. Wellington, gran ginecólogo, requirió los servicios profesionales de un astuto abogado penalista con fama nacional. Panfletos de toda clase se prodigaban por doquier calumniando al facultativo por descuidar a sus pacientes al recomendarles partos con dolor. Era hombre pío, mejor dicho, santo, pagador puntual de impuestos, temeroso de Dios y de los hombres, habitual de las casas de caridad, y no estaba dispuesto a tolerar ninguna infamia. Necesitaba una resolución que pusiera fin al libelo en un breve plazo. Llegado el día del juicio, éste no se desarrolló conforme esperado. El tribunal estaba absolutamente contaminado así que, antes de iniciar su alegato final, el viejo Letrado, desesperado, propinó, para gran asombro de la audiencia, un bofetón al juez con todas sus fuerzas. Acto seguido espetó: – Señoría, ¿a que con rabia dictará sentencia condenatoria con más placer? Esto fue lo único que pretendía mi patrocinado con aquella recomendación.

 

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