Carrera contrarreloj

Ángela Martínez Duce · Oviedo 

Me diste un beso de buenas noches en la frente, cogiste aquellos panfletos que te tenían absorbido y no perdiste el tiempo en ponerte a leerlos. Te eché el brazo por encima y me acurruqué junto a ti. Por la mañana, el ginecólogo me había advertido de que se me acababa el plazo y lo que siempre había postergado, ahora, se convertía en una necesidad imperiosa. Me miraste por encima de las gafas y me dijiste con suavidad que no era el momento. Me hablaste del monitorio que tenías entre las manos, de los impuestos, del cliente… Volví a la carga y te abracé con más fuerza. Entonces te quitaste las gafas, me miraste con resentimiento y saliste de la cama. Huiste de mi lado con tus papeles. Entonces tuve la certeza de que habías dictado una resolución firme sobre el caso.

 

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