El asentamiento

Marita Giraldo Aguilar 

El sonido de las chapas y los palés cayendo al suelo es terrorífico. Me encuentro entre mi hermana, que se aferra a su barriga de embarazada, y mi hijo, con la cara llena de churretes y miedo. Una vez más van a derribar el asentamiento. Un cartel nos avisó, pero hicimos caso omiso. Abrazo a mi pequeño. Me juro a mí misma que lucharé porque vaya cada día al colegio, quiero que sea profesor. No, mejor abogado… para que cambie las leyes, para que no tengamos que vivir así. Para que tenga un teléfono táctil que tanta ilusión le hace. Para que tengamos derecho a una casa, a una dignidad… y que una explotación de petróleo no derribe lo poco que tenemos. Nos rendimos, salimos de nuestra humilde chabola antes de que nos caiga encima. No importa, mañana montaremos el campamento una vez más. Es nuestra sentencia de vida.

 

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