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JESÚS BERMEJO LECUONA 

Esperaba con ilusión contenida nuestro aniversario. Habíamos quedado en ese restaurante que tanto me gusta y tan buenos recuerdos nos traía. Llegué puntual, y esperé a mi cita bajo el cenador de cristal esmerilado.
Pasaba el tiempo y no daba señales de vida. En lugar de preocuparme por él, mi mente comenzó a escuchar fundamentos con los que acusar su indigno comportamiento en semejante fecha. Al cabo de un rato recibí una llamada del centro penitenciario más cercano comunicándome su reciente ingreso en el mismo. El infeliz de mi marido, cleptómano, se había saltado las medidas cautelares dictadas tras su penúltimo incidente. Al parecer había desmontado el panel de un comercio para acceder a unas baratijas.
Ante tales circunstancias no me quedó más remedio que dictar el sobreseimiento del almuerzo. Es lo que tiene ser magistrada del Orden penal, que al final te traes parte del trabajo a casa.

 

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