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Laura Sotelo 

Llevo cinco días dando vueltas en esta habitación como un alma en pena. Hasta los langostinos me los he comido con la única compañía de los pájaros, que desde el marco de la ventana, me observaban con curiosidad.
El despacho cerrado, los juicios suspendidos, y el teléfono que no para de sonar. Incluso la anciana que sale a regar sus plantas me mira con lástima.
-¿ El bicho?- me preguntó ayer desde su balcón. Yo asentí con la cabeza y ella, sonriendo, remató – Que injusto, que le hayan encerrado sin cometer ningún delito ¿Verdad?-
Después de aquellas palabras no puedo dejar de pensar si, en mis veinte años de ejercicio, habré metido en la cárcel a algún inocente…

 

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