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Esperanza Tirado Jiménez 

Llegaba al edificio donde se efectuaría el desahucio, y ya desde la esquina se escuchaban los gritos.

¡Vivienda digna para todos ya!

¡Luchamos por nuestros derechos!

Un poco asustado en mi primer caso a pie de calle, me encontré con un paisaje urbano con el que jamás hubiera coincidido en la facultad ni sus aledaños.

Hay que construir a la persona y a su profesión pasito a paso, pensé. Saber adaptarse y ser resiliente son la clave.

La genética indicaba que el material que me formaba era de buena pasta. Tatarabuelos y abuelos de renombre en la judicatura, mis padres codirigiendo su propio bufete de éxito…
Y yo. El joven abogado ansioso de cambiar el mundo y quizá pegarle un mordisco de éxito legal.

Pero aquella realidad no casaba con lo heredado y aprendido.

Avancé, cerré los ojos y escuché mi voz uniéndose a los que clamaban por sus derechos.

 

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