Dulces ciruelas rojas
Agustín Lozano Vicente«Yo solo quiero seguir cuidando de mis gallinas y mis ciruelos», le dijo el anciano al abogado. La finca con el pequeño huerto y el corral eran toda su vida, corroboró Sara, su única hija. El Plan General de Ordenación Urbana había proyectado construir sobre el terreno de su propiedad una amplia avenida y decenas de viviendas unifamiliares. «Utilizamos materiales de primera calidad», rezaba la publicidad de la empresa constructora. El abogado, que llevaba años luchando por un turno de oficio especializado en derecho ambiental, decidió asumir el caso, conmovido por la serena dignidad de aquel rostro ajado, de manos encallecidas y corazón resiliente después del fallecimiento de su esposa.
Transcurrieron largos años de litigios, el anciano falleció y hubo que sacrificar a las gallinas, pero cada año, cuando el fruto madura, Sara nunca se olvida de enviar al abogado una cesta de dulces ciruelas rojas.
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Esas ciruelas tienen el sabor de la victoria y el agradecimiento de una hija, que ayudó a su padre a buscar a un profesional que le ayudase a seguir con su vida y sus ilusiones, por sencillas que fuesen, demostrando que todo es respetable y existen derechos que no se pueden pisotear. El cariño tiene fuerza y un abogado puede hacer una gran labor.
Un saludo y suerte, Agustín
Gracias.
Enhorabuena Agustín, suerte!
Gracias.
Esas dulces ciruelas rojas a buen seguro seran para el abogado el mejor detalle que nadie haya podido hacer. Mi voto y enhorabuena!
Muchas gracias.
A la vejez, ciruelas :)
Me ha gustado mucho tu historia, felicidades. Mi voto y mucha suerte!
Un abrazo de leona :)
Muchas gracias, leona. Saludos.
Hay casos difíciles, pero ninguno tan entrañable como este.
Mucha suerte, Agustín. Mi voto para los ciruelos.
Besos apretados.
Muchas gracias, Pilar.