Desigualdad tiene nombre de villana
María Gil SierraEncendió un cigarrillo pese a mi negativa.
—¿Y si quintuplico la oferta, qué dirías?
Tragué saliva antes de contestar.
—Lo mismo. Jamás seré su abogado.
La había imaginado sin escrúpulos, tal y como era. Sin embargo, su descaro consiguió excitarme. Supongo que se llama tentación.
—No solo se trata de dinero —dijo echando una bocanada de humo—. Puedo lograr un crecimiento exponencial del bufete. Siempre suministro las oportunidades a mi antojo. A cambio, me debes proteger.
—¿De quién? —le pregunté—.
—De vosotros. De la justicia. Os habéis empeñado en exterminarme. Como si yo fuera culpable del hambre en el mundo.
—Y lo es. No distribuye los recursos equitativamente.
—Bobadas. El pez grande se come al chico.
—Pero mi compromiso implica acabar con usted. Objetivo 10 de Desarrollo Sostenible —le recordé—.
Y acto seguido la invité a salir del despacho —no fuera a arrepentirme—.
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Un abogado íntegro donde los haya el de tu relato.
Dicen que todos tenemos un precio. Ante una oferta como la que ha recibido la tentación de ceder ha de ser muy fuerte. Ya sabemos que el lado oscuro es más cómodo y atractivo. El otro, el que mueve la ética, por el contrario, resulta mucho más correoso, con menos medios, palos seguros en las ruedas y resultado incierto. Se trata de luchar contra la desigualdad, nada menos, ese fruto del egoísmo que has personalizado en un diálogo brillante para conformar esta historia, que aunque se mueva en el plano abstracto, es entendible y seguro que aplicable a la realidad.
Un abrazo y suerte, María
Hola, María.
Creo que aunque se diga que todos tenemos un precio no es cierto. Aunque nos cueste creerlo, sigue habiendo personas incorruptibles.
Me encanta el título y el desarrollo de tu historia.
Un abrazo y suertísima.
Yo también espero y deseo que haya personas incorruptibles. Muchas gracias por tus palabras.
Un abrazo enorme.
Coincido con Towanda en que no todo el mundo tiene un precio, en que no todo vale, en que existen caminos por los que todavía se puede caminar en línea recta, aunque la realidad se empeñe en mostrarnos todo lo contrario. Apuesto por el optimismo. Brillante relato. Enhorabuena y mi voto. Un saludo
Gracias, Nicolás.
Un abrazo
¡Qué original!
Suerte con las tentaciones, pueden llegar a ser muy persistentes.
Y tanto. Qué difícil es no dejarse tentar.
Muchas gracias y abrazo fuerte, Margarita.
Otro abrazo para ti, Ángel. Y gracias por hacerme disfrutar tanto de tus comentarios.
La desigualdad dejaría de existir si hubiera más personas íntegras como tu protagonista.
Me ha gustado mucho tu relato, María. Mucha suerte. Aquí te dejo mi voto.
Besos apretados.
Tiene nombre despreciable, desechable… Pero no consigue tentar ni corromper al abogado íntegro. Diabólica, pierde el duelo, una vez más.
Mucha, y buena, suerte, María.