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Ana Isabel Velasco Ortiz 

El abogado dijo.
_ Residir en plena naturaleza, en un lugar de difícil acceso no garantiza tu seguridad.
Debió intuir que sus recomendaciones no quebraban mi espíritu. Era libre. No quería sentir miedo.
_ Ante cualquier síntoma. Vómitos, mareo… Acude al centro de salud más cercano. Insistió.
Agradecí su preocupación. Estaba contenta. El proceso judicial iba bien. Los demandantes esgrimían argumentos como mi corta edad, desconocimiento… Señoría, la sociedad le pide proteger lo que está establecido desde tiempo inmemorial. Remataban.
Dejé el edificio. Tomé las precauciones debidas para no ser localizada. Zigzagueo de autobús, tren, caminos. Llegué a casa. Abrí la ventana. Aire puro. Horizonte. Olvidé Vigilar. Desconfiar. Evitar el contacto.
Mi cuerpo cae sobre la tierra. El sueño llega sin remedio. El beso. Al cabo, despertaré. ¿Un final feliz? ¡Maldito cuento de hadas! Murmuro enfadada. Lo último que guardan mis pupilas es la imagen de una manzana recién mordida.

 

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2 comentarios

  • A Blancanieves, como hemos visto tantas veces en las películas, a semejanza de los testigos protegidos, no le bastó con permanecer oculta en un lugar recóndito; los villanos/as tienen motivación y poderes de sobra para sortear todas las precauciones. Por suerte, igual que la malvada reina transformada en bruja y su manzana ponzoñosa, la lógica es que después venga el príncipe con su beso reparador.
    Una versión actualizada de un cuento clásico que añade nuevos e interesantes elementos. Un clásico es un clásico, pero una renovación de guion aporta siempre elementos interesantes.
    Un saludo, Ana Isabel