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Miguel Ángel Arques Antón 

El sonido del teclado de una máquina de escribir me llevó hace años hasta unos chicos del Rastro sobre cuyas cabezas se leía: “Dame un tema y te daré un poema”. Quizás aquello solo era un síntoma de la precariedad de los tiempos, en cualquier caso me animé a intercambiar una pequeña donación por sus versos:
No te rindas, no ceses de debatir,
Todo está de gente muda a rebosar
Que siempre permite a los demás mandar,
Que solo abre la boca para llorar,
Nunca para escuchar, luchar y construir.
Aquel simple poema me inspiró la vocación de la abogacía. Hoy lo he encontrado mientras buscaba las llaves del Mercedes. He sentido nostalgia de aquel joven idealista que era yo. He quemado el horrendo poema mientras sonreía, he encendido un puro cubano y he salido dispuesto a disfrutar de mi descanso anual en el yate de un adinerado cliente.

 

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