Imagen de perfilLa escalera

Tomás Martínez Morales 

Ni durante mi maldito aniversario recibo buenas noticias. El sobreseimiento de la causa me pilló por sorpresa. El demandante, -mi cliente- falleció repentinamente dejando sin materia el proceso que prácticamente tenía ganado. Resulta que al muy idiota no se le ocurre otra cosa que subirse a una escalera de dos metros, sin ayuda, para colgar un letrero en el panel que hay en la recepción de su empresa, con tan mala fortuna que resbaló partiendose la crisma contra el duro suelo de marmol. Imagino que por el hecho de ser un tipo tan bajo, la caída debió parecerle eterna. Lo que está claro, es que ya no podrá acusar formalmente a su socio de haber robado durante meses, grandes sumas de dinero de la caja. Pensandolo bien, ni creo que haya sido un accidente. Seguro que mi amigo McKlanihan, -el viejo detective con el que suelo trabajar- opinaría lo mismo.

 

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