Imagen de perfilCiento sesenta y uno

Patricia Jiménez 

Como si la abogada Clara Campoamor no hubiera conseguido bastante para ella misma, pretendía atravesar una barrera más. Un hombre de bien jamás aceptaría aquel despropósito; era imposible conciliar el errático intelecto femenino con el criterio para votar.
De pronto, su voz reconociendo a las mujeres como iguales comenzó a deslizarse entre mis obstinados pensamientos. ¿Acaso no habían luchado como nosotros?
Sus palabras evocaban mis recuerdos; madre, valiente cual varón, sacó adelante a cinco hijos sola.
Después contemplé el presente. Cualquier analfabeto tenía derecho, pero mi esposa, una persona ilustrada, solo podía acompañarme del brazo.
Por último, su mensaje me proyectó al futuro. Vi a mi hija, brillante, privada de la oportunidad que a otros regalarían por ser de género masculino.
Aquel día hubieran sido ciento sesenta votos a favor, pero con mi cabeza y mi corazón en el platillo de la balanza, fueron ciento sesenta y uno.

 

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