—Todo, lo ha confesado todo sin ahorrarse ningún detalle. ¡Es una pesadilla!
—Está bien. Admitamos que es él. ¿Y qué podemos hacer nosotros?
—¡Procesarlo inmediatamente! Nada hay más urgente. ¿No os dais cuenta? Es una cuestión de seguridad ciudadana, un acto de responsabilidad por nuestra parte.
—Imposible. Todo aquello prescribió hace mucho tiempo. Ahora es un anciano. Antes de incoar una causa como esa, habría que cotejar las distintas legislaciones implicadas, fortalecer nuestro ordenamiento jurídico… No hay nada que hacer.
La diversidad de opiniones había llevado a los abogados y juristas de la fiscalía a un punto de máxima tensión. Las posturas eran irreconciliables. Al final, se impusieron los partidarios del garantismo. Unas horas después de dejarlo en libertad, media docena de cadáveres despiadadamente mutilados evidenciaron el irreparable error que habían cometido. En todos ellos, un papel con el mismo nombre: Jack el Destripador. El monstruo había vuelto.
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Supongo que ahora sí estarán de acuerdo en que hay que fortalecer nuestro ordenamiento jurídico. ¡Monstruoso!