Imagen de perfilLa paz del poder

Carlos Bobadilla Barra 

“Abogado”, rezaba su título. Con sus “clientes” era absolutamente severo, prácticamente no los dejaba hablar y, las pocas veces que lo permitía, reprendía con desprecio cualquier idea intentaran hilvanar. ¿Facilitar las cosas? Ni hablar, “soy a la antigua”, decía. Este profesor universitario, que jamás ejerció la abogacía, acariciaba el poder que le otorgaban las miradas temerosas de los estudiantes en un examen oral; miradas que se traducían en un balbuceo, destrozado por él de forma eficaz y con elegancia. Sin embargo, saliendo de la Universidad, su poder desaparecía. A causa de sus labores docentes, debía asistir a dar discursos en las cenas de ex alumnos, en donde las miradas de apatía e indiferencia de los abogados litigantes y con acceso al mundo de la praxis jurídica, lo demolían. Allí, él era quien se convertía en el pequeño, temeroso y balbuceante proyecto de abogado. “Qué falsa la paz del poder”, suspiraba.

 

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2 comentarios

  • El cazador cazado, o como la vida acaba por colocar a cada cual en el lugar que realmente le corresponde. Lo deseable sería que este profesor, que nunca ejerció como abogado, aprendiese humildad cuando es él quien ha de bajar la cabeza ante profesionales auténticos, curtidos en la realidad y no en el simple teoría. Tal vez a todos nos vendría bien una dosis de humildad diaria en muchos sentidos.
    Un relato que enseña que todos tenemos pies de barro, que el placer que produce detentar algo de poder es solo humo pasajero.
    Un saludo, Carlos