Venganza

Francisco S Ramírez Bullón · Valencia 

Las gotas de sudor perlaban mi frente y el sol inmisericorde la hacía brillar con fuerza. Jamás pensé que me vería en esta situación pero, a decir verdad, ni siquiera ellos la habrían imaginado. Seguía confiando en que alguien pudiera verme pero la soledad del paraje me convenció tristemente de mi realidad: nadie me auxiliaría en aquel lugar. Así que extrapolé la condena que proclamé aquel aciago día en una sala abarrotada de gente a mi propia persona y me situé en el lugar de ellos, los que condené a muerte. El último informe sobre mí certificaría mi defunción y el deseo de retirarme en paz acabaría enterrado también en la maqueta de la que ya no sería mi casita de campo. Mientras tanto, el cuerpo de un magistrado se entumecía hasta la parálisis bajo toneladas de arena fina compactada con agua en una playa salvaje del sur peninsular.

 

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