Presbicia de abogado

María Purificación Palazón Guzmán · Jerez de la Frontera 

Empecé a concienciarme de mi declive: no lograba perfilar el informe que debía exponer ante la sala. La nostalgia de mis buenos tiempos de letrado obstaculizaba la maqueta de un texto detenido. Así, abandoné el teclado frustrante por un librito cuyo título optimista, desde el estante, atraía poderosamente mi atención. Primera página: unos niños juegan a enterrar y desenterrar en la arena el cadáver de un náufrago crecido entre laberintos de corales. Última página: hombre magnífico, con un descomunal tamaño como única condena. Y con cara de llamarse Esteban, como yo. ¿Qué culpa tiene el pobre (me solidarizo con él) de ser tan grande, de ser el ahogado más hermoso del mundo? ¡Oh! ¡Este es el verdadero título del relato! La presbicia me ha jugado una mala pasada. O quizá no tan mala. Mis ojos, tras las lentes de la literatura, culminan rotundos el informe.

 

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