Un gran descubrimiento
Juan Carlos Colás Ruiz de Azagra · ZARAGOZAAño 2.120. Los ojos del paleontólogo brillaban al compás del tenue temblor de las candelas. Había costado mucho licitar aquel trabajo, pero la recompensa,¡ah! la recompensa. Obervaba aquel cuerpo con deleite. Convencido y seguro. El desgaste del lateral izquierdo del frontal de la cabeza, junto a la erosión de los metacarpianos de la mano de ese mismo lado, acreditaba indubitadamente la persistencia en el tiempo de abudantes pensamientos y dudas. La curva del talón con el astrágalo evidenciaba el uso abusivo e incómodo de un calzado tortuoso. La antig¡edad del papiro y aquellos restos de texto casi ilegibles, certificaban que se trataba de una minuta y sin atisbo de equivocación, de la primera mujer letrada de la historia.