Peccata minuta
Jesús Jiménez · ZARAGOZAMe llaman abogado del diablo porque los casos “moralmente indefendibles” son mi preferencia, mi especialidad. Tengo más antigüedad en el bufete que el polvo del mundo. Implacablemente racional, no permito que el corazón se me suba a la cabeza como un mal champán. Un amigo, médico forense, dice que es más fácil practicarle la autopsia a un abogado que a un contable. “A los contables los abres y, hasta la última ternilla, todo lo traen ordenado, numerado, indexado; pero los abogados, algunos abogados… ¡simplemente no tienen entrañas!” Tanto me llamaron abogado del diablo que anoche el Diablo en persona me llamó a mí: “¿Cuándo vas a licitar la gestión de ese alma que no usas ni administras? Deseo adjudicarme un contrato de su servicio”. Mi cabeza confirma que nuevamente impediré que el corazón sea mi talón de Aquiles. «Peccata minuta»: yo, que gané todos los juicios, perderé el Juicio Final.