Imagen de perfilMe llamo Aref

Blanca Gutiérrez Hernández 

Cuando la oficina de asilo me comunicó la resolución del caso, Aref, cansado de esperar, ya estaba de nuevo en la carretera. Recordé su ira y lo vulnerable que se sintió en nuestra primera entrevista, casi sin entender para qué servía una abogada. Mientras releía su relato, lo imaginé camino de Alemania: «He saltado la valla porque quiero una oportunidad. No sé cuál es mi edad. Recuerdo a mi hermana pequeña asustando al rebaño como si fuera un lobo y a mi padre perder su empleo. Luego los días se perdieron en escondites y camiones. Los talibanes no cesaban de asaltar nuestros ganados por sorpresa con sus motos y escopetas. Ellos querían erradicar a toda la población contraria a sus ideas. Un día al regresar vi las cabezas de mi hermana y de mi madre, cortadas, sobre el muro de adobe.

Aref había conseguido la protección internacional.

 

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3 comentarios

  • Vivimos en un país que concede pocas peticiones de asilo. Es posible que algunas, o incluso bastantes, puedan no estar del todo justificadas; no es el caso de tu protagonista, desde luego, un superviviente que sufrió mil injusticias y padecimientos, que merecía una oportunidad en un país más civilizado. La abogacía es una profesión necesaria, lo demuestra un caso como éste, por más que su beneficiario no supiese, al principio, lo que era una abogada.
    Un saludo y suerte, Blanca