Sentencia Firme

Aída Rodríguez Rosa · Santa Cruz de Tenerife 

Terminó el contencioso y el payaso de su abogado no había conseguido justicia, a pesar de todas las agresiones que había sufrido a manos de su marido. Además, tenía que abandonar su hogar. Era indignante, pero aquella jamás fue su casa. Mientras realizaba la mudanza a solas, escuchó como alguien pulsaba el código de desactivación total de la alarma. Era su cónyuge. Sólo le dio tiempo de huir hacia la cocina. Allí la alcanzó y de un golpe le rompió la muñeca izquierda. Con dolor y sintiendo la mano derecha liberada y aún sana, localizó sobre la mesa un limón, exprimió sobre los ojos de su agresor el cítrico, dejándolo ciego por segundos, tiempo suficiente para hallar un cuchillo y clavarlo con todas sus fuerzas en el robusto torso que tenía delante. Ahora, volvería a encontrarse con la justicia, pero esta vez, con la cabeza alta.

 

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