Prestigio familiar

Juan Manuel Batuecas Florindo · Madrid 

Nos habíamos trasladado a una enorme mansión victoriana. Ese año obtuve excelentes calificaciones en el colegio y mi padre, ceremonioso, me citó en la biblioteca, resentida por la reciente mudanza. Había adquirido gran prestigio como abogado contencioso. «Es el momento de que comiences a labrar tu futuro. En muestra de mi apoyo, quiero obsequiarte con este viejo código, que perteneció a mi padre y a mi abuelo. No tengo ninguna duda de que dejarás el nombre de nuestra familia a gran altura?. «Papa -le interrumpí-, yo no quiero ser abogado, quiero ser payaso». «Sabes que siempre me ha gustado el circo» -añadí-. Su rostro enmudeció y salió de la habitación. Al final del verano conseguí enrolarme en una compañía ambulante. Años después, recibí un paquete con una nariz de payaso con forma de limón. La nota decía: «Sé feliz, hijo». La guardé junto con el código, entre mis tesoros.

 

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