La otra troupe

Eloy Serrano Barroso · Madrid 

En el Circo maldecían el contencioso que les obligaba a abandonar la ciudad. Y se resistían, retrasaban la mudanza. Pero una tarde las autoridades irrumpieron con sus códigos y sus máquinas de asalto, y ni tiempo tuvieron de acabar la función: las bocas entusiastas de los niños se cerraron de golpe; al tragasables se le atragantó la espada; y el payaso, para disimular las lágrimas que le brotaban, mordió uno de los limones con que hacía malabares. Así lo cuentan los viejos del lugar. Hoy, donde antes estaba la carpa, se levanta el Palacio de Justicia, pero dicen los que allí trabajan, que cuando el viento sopla oyen algo parecido al barritar de elefantes, al rugir de leones. Aunque callan, para que no les tachen de locos, que en los días nublados, desde las ventanas de los pisos superiores, ven acercarse por los aires al veloz y amenazante hombre bala.

 

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