Vocación

Maria Arrondo Murillo · Mutilva (Navarra) 

Salió del hotel con su padre y al llegar al salón de actos se despidió de él con dos besos, para esperar pacientemente. Cuando llegó su turno abrió el sobre y de inmediato esbozó una ligera sonrisa. Le había tocado el papel más difícil: la defensa. No tendría otra opción que sostener que la confesión era nula por amenazas y coerciones. Su intervención fue brillante. La oratoria era para él algo innato. Se expresaba de una forma impropia de un joven de catorce años. Su discurso fue firme y convincente, sin fisuras. Al terminar la comparecencia la reacción del público fue instantánea y los aplausos se prolongaron durante varios minutos. Había ganado. Pero su verdadero premio era que ya no albergaba ninguna duda, ya sabía lo que quería ser de mayor.

 

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