Un día cualquiera

IGNACIO DE LOYOLA GOMEZ RAIMINGUEZ · LOS PALACIOS Y VILLAFRANCA. SEVILLA 

Un día cualquiera, un tribunal cualquiera,  una ciudad cualquiera…
Desde su privilegiada posición de la defensa, observaba, con los ojos entrecerrados,  el trajín de  la estancia,  como si viera el mundo a través del ojo de buey de un crucero, salvo que no se encontraba en un camarote, no estaba de vacaciones, ni el horizonte era una línea de mar interminable.  Por el contrario, se encontraba en una Sala de Juzgados, no había dormido apenas la noche anterior debido al trabajo acumulado, y todo cuanto abarcaba la distorsionada visión de su  realidad  se limitaba a una confusión de rostros, borrosas y multicolores manchas animadas. Repasó mentalmente la causa,  respiró profundamente,  sacudió la cabeza, sacudió el cansancio, y se preparó para esgrimir en la Sala el derecho de su cliente al desistimiento.
Un día cualquiera,  un tribunal cualquiera, una ciudad cualquiera… Un abogado cualquiera  comienza su ardua jornada.

 

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