Truhanes…
Antonio Capel Riera · MURCIASu Señoría siempre que podía se iba a navegar, le gustaba la mar; pero ¡ojo!, tenía que estar como un espejo. No le gustaba el trajín ni los meneos producidos por olas bravas. Sin embargo, dicha quietud y placidez le servía para concentrase y resolver casos espinosos. No era la primera vez que a bordo le acompañaba algún fiscal y el abogado del imputado. Y dirigiéndose al fiscal le pregunta “¿cómo se le ocurre llamar ‘sinvergüenza’ al abogado?”. Después volviéndose hacia el abogado, “¿y usted, como tuvo el valor de llamar ‘ladrón’ al fiscal?” Y soltando una carcajada dijo: “ya que ambas partes se han identificado plenamente, evitemos el desistimiento y busquemos argumentos para esgrimir este feo asunto” Su Señoría no podía contenerse; se reía de su ingeniosa frase.