Día de vigilia

Elena Rius Nebot · Valencia 

Aquel día de vigilia y procesiones lo pasé encerrada en el despacho adelantando trabajo, rodeada de papeles que se iban multiplicando. A media tarde, cansada, bajé a despejarme a la cafetería. Y allí estaba él. Agustín era el típico “advocatus friki-juridicus” que nunca desconectaba y era soberanamente cansino. Podría haber huido pero no me pareció legítimo. A fin de cuentas éramos compañeros de profesión. Tras saludarme inició un letárgico monólogo sobre su éxito profesional. Cualquier desvío de la conversación era desestimado. Aunque ninguna cláusula me obligaba a quedarme, no tenía escapatoria, y me resigné a aguantar el chaparrón. Pidió cava para celebrar sus logros. Al descorchar la botella, el corcho salió disparado hacia su ojo izquierdo. Se oyó un grito terrible. Entonces desperté. Agustín, mi jefe, me miraba enfurruñado desde su mesa. -Deja de soñar con la mona de Pascua y ponte a trabajar!!! Si él supiera…

 

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