Amargado de por vida

Anna Jorba Ricart · Barcelona 

Nunca me fié de nadie, tampoco de los abogados. Mi padre, un honrado empleado, que siempre defendió la legalidad, cualidad natural en él, fue victima, en un despido laboral, de las conveniencias que se resuelven fuera de los juzgados. Una verdadera coerción supuso la traición de su socio, amigo intimo y padrino de boda, de quien, el día de la vista, en la antesala del tribunal, no se solicitó su comparecencia, porque horas antes, un sobre con dinero resolvió el tema a su favor. Mi padre quedó amargado el resto de su vida. Cuando hablaba del asunto, yo no entendía su abatida reacción. Pero aquella nota, que a su muerte encontré escrita de su puño y letra, me dio la respuesta. Hoy desde el hotel, diviso la ladera de las costas de Garraf, donde el socio de mi padre perdió la vida con sus dos sobrinas. No siento pena.

 

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