Imagen de perfilUN HOMBRE DEL PÁRAMO

Esperanza Temprano Posada 

Aquellas tardes con el abuelo Tristán cambiaron mi vida.
—Márchate de aquí, que estas tierras dan más pena que trigo y no lo dudes, renuncia a tus raíces si es preciso ¡vuela! que te mereces algo mejor— solía decirme.
Hasta que no mostraba mi asentimiento con la cabeza no paraba de sermonearme. Así fue como cambié la azada por las leyes y las tardes dedicadas a ligar con Teresita por mi compromiso con los usufructos genéricos, fideicomisos y demás negocios jurídicos. Poco a poco me fui enamorando de esta profesión. Allí estaba el abuelo el día que celebré mi primer juicio, sentado en el banco del público con su traje de domingo y un brillo en su mirada que nunca antes había visto en un hombre del páramo.

 

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