Futuro imperfecto

Eva María Cardona Guasch · Ibiza 

Abuelo, ¿cómo ejercías la abogacía de joven? Niña, a principios del siglo XXI, atendíamos al cliente en el despacho, no por teleconferencia. Tecleábamos las demandas, no las dictábamos al computador. Imprimíamos, fotocopiábamos y grapábamos documentos. Los Juzgados eran edificios obsoletos en tecnología, recursos energéticos y diseño. Allí se apilaban expedientes por todas partes. ¡Montones de papeles! Los tramitaban funcionarios con arcaicos métodos. Estampaban sellos, firmaban a mano. Tinta sobre papel. Agentes judiciales entregaban personalmente cédulas de notificación a demandados, denunciados y testigos para procurar su asistencia y personación a vistas y juicios. Frecuentemente costaba encontrarles porque nadie portaba estos localizadores personales que emiten señal con nuestra posición constantemente actualizada. Carecíamos de los modernos artilugios telemáticos que aseguran comunicaciones oficiales fehacientes y en tiempo real. Usábamos bolígrafos, fotocopiadoras, cables. ¿Sabes qué eran? Fax, escáneres, enchufes, carpetas de cartón… Todo era rudimentario. Pero la Justicia no era tan lenta como ahora.

 

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