¡ntomos

Fernando Martínez Martínez 

Descolgué el teléfono con incertidumbre, a sabiendas que era una conferencia internacional. Cuando Lisandra vino al bufete a explicarme su caso, quise llamar a seguridad. Se presento cómo fundadora de la Asociación Mundial Defensora de los Insectos y quería demandar a la industria fabricante de insecticidas. La creí enajenada, pero ahora sé que su doctrina es inapelable. Escuché la voz del auricular con esperanza, sentado en el suelo de la cabina telefónica. El fallo había sido positivo, habíamos ganado. Había merecido la pena el tiempo invertido. El desahucio del bufete y mi divorcio carecían de importancia en esos momentos. Al salir, observé el pato podrido de gusanos y moscas al fondo del callejón. Sonreí. Saqué la botella de vino de lágrima que guardaba en el abrigo y le dije a Lisandra que entrara conmigo. Ella me besó apasionadamente. Al menos hasta otoño, nuestro nuevo hogar de cartón seguiría siendo acogedor.

 

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