Imagen de perfilLa estafa del amor

María Sergia Martín González- towanda 

Una abogada ha cruzado el Atlántico buscándome. Ha aparecido en mi bufete, asegurando que soy la viuda de O’Connor, un multimillonario norteamericano fallecido recientemente. Sostiene que hace quince años, en primavera, contraje matrimonio con su cliente en el manido Las Vegas. Un dossier fotográfico más la confesión póstuma de O’Connor me sitúan allí. Según parece, tuve dos hijos, Winston y Abba. Imposible negarlo, los críos son idénticos a mí y ambos nombres me encajan: uno, mi tabaco favorito; otro, mi grupo fetiche. Ahora, con papá muerto, los huérfanos necesitan una madre que vigile su formación y atienda sus necesidades. He enviado tres transferencias para mover papeles, pero resulta imposible razonar con mis compañeros. Aseguran que estoy siendo estafada. ¡Envidiosos! Afrontaré mi nuevo destino, aunque lo más cerca que recuerdo haber estado de América fue cuando besé a un tipo disfrazado de Elvis mientras cantaba ‘Love mi tender’ en un karaoke.

 

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