Imagen de perfilTribunal de la Haya

Fernando Beamud 

El timbre del teléfono rasgó la noche, despertando a la gata. Me levanté medio sonámbulo y escuché; mientras acariciaba al animal, en un gesto automático.

—Nos ha llamado Vladimir al bufete, esta tarde a última hora. Quiere que lo defiendas en el Tribunal de la Haya por crímenes de guerra.
—Dice que te conoció en Marbella y que se sorprendió agradablemente con tus comentarios y tu charla inteligente, en no sé que fiesta en la que coincidisteis los dos.

Me quedé sin palabras. ¡Menudo dulce para empezar el día!
—Di algo. Sería el caso de ti vida, lo mejor para tu carrera. Máxima notoriedad, prensa a tope. Un legado para tus próximas generaciones.
Y no dije nada.
Mi mujer me estaba zarandeando de forma inmisericorde pues estaba profundamente dormido y chillando, sin parar, ¡no quiero, no quiero!.

 

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