Imagen de perfilDesavenencias

María Teresa Campos López · Cordoba 

Desde que recibí a Juan por primera vez, el número de expedientes sobre mi escritorio dejaría de ser correlativo al de clientes. Mientras la mayoría llegaban sumidos en el desánimo, en Juan sólo podía percibirse euforia y satisfacción. Le entusiasmaba litigar.

En nuestra última entrevista, me expuso el conflicto con su vecino –el del séptimo, al del cuarto y quinto ya los había denunciado-. Al parecer, aquel señor, al ver a Juan entrando en el portal, acostumbraba a dirigirse con premura hacia el ascensor, evitando así subir en su compañía, debiendo esperar Juan la subida del ascensor, y su bajada.

Fue entonces cuando tras explicarle el principio de intervención mínima, y rechazar el argumentario que traía impreso, se levantó y dirigiéndose hacia la puerta susurró “otro mentecato con despacho».

 

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