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MÓNICA OROZA GARCÍA 

Me acababan de desestimar el último de mis recursos, y el contrario se había ido de rositas con total impunidad. ¡Era el fin!.
Estaba hundida, humillada y arruinada. Me dolía hasta el alma, era como si me hubieran dado una soberana paliza.
Nunca pensé que mi historia con Mario terminaría en divorcio, ni mucho menos que perdería todo, además del pleito.
Después de pensar seriamente durante varios días en hacer las maletas y poner tierra de por medio, me levanté aquella mañana, me puse mi traje y salí pitando hacia el Juzgado porque tenía guardia.
Llovía, hacía un frío de horrores, y allí, en el intercambio de mensáfonos, estaba él, la parte contraria, el vencedor triunfante luciendo su mejor sonrisa, el despreciable ser que me había ganado, mi antiguo compañero de despacho, mi ex marido, Mario

 

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