Una noche cualquiera
JAVIER DE PEDRO PEINADO · LA ALBERCA, MURCIAMe asaltaron en la calle, obligándome a entregarles mis pertenencias. Cuando vieron mi carné de colegiado se miraron, sonriendo, y el más alto, guardando la navaja, me propuso un acuerdo. Cerramos los detalles durante la cena. Estropearon el Ribera con la maldita gaseosa, pero después reímos, salimos, y quemamos la ciudad. La mañana me sorprendió abrazado a una tal Maruja en la cama de un hotel. Al despedirnos, me devolvieron el dinero, la cartera y el reloj, se hicieron cargo de los gastos y con un guiño, me entregaron el recibo de la habitación para desgravarlo. No les veía desde entonces, pero ahora están frente a mí, sentados en el banquillo. Ayer vi en el periódico la foto del tipo alto, que entraba esposado en la comisaría acompañado por sus amigos y por varios policías. No suelo trabajar gratis, pero siempre respeto un pacto, cuando es entre caballeros.