SERENDIPIA

CAROLINA NAVARRO DIESTRE · CANTABRIA 

Misma hora, mismo juzgado, mismas caras. Religiosamente fiel a su propio pacto, siempre junto a la puerta giratoria. Observando como cada mañana los rostros anónimos de los transeúntes, solicitándoles la documentación, examinando los paquetes que le llegan, extendiendo acuses de recibo a los mensajeros. Feliz, sonríe para sus adentros. Aguarda a diario en la misma mesa, exactamente en el mismo sitio, un día tras otro. Paciente. Ilusionado. Imperturbable cual recepcionista de hotel. Nervioso como un culpable en el banquillo de los acusados. Pero, por fin, llega ella. Le gusta hacerse esperar. Burbujas de enamorado ascienden como gaseosa por su espalda. ¡l aspira su perfume fresco. No sabe que la jueza llega todos los días temprano a trabajar por encontrarse con él. Tímidamente, ella le lanza una mirada rápida. Desconoce que el guarda de seguridad alarga cada día dos horas su turno por respirarla ese segundo.

 

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